24 junio, 2025
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El Barrio Alvear, con sus particulares edificaciones, forma parte del Área de Protección Histórica APH 45 y entorno, que identifica a “un espacio público a escala urbana con alto valor urbanístico-ambiental, arquitectónico e histórico” (Ley 3042), en Parque Avellaneda. Su sanción fue un resultado más del trabajo de vecinas, vecinas y organizaciones en la Mesa de Trabajo y Consenso, un ámbito de participación abierta y pública, instituido por Ley 1153. La reacción vecinal ante el intento de construir un metrobus sobre la Avenida Directorio, destruyendo parte de la arboleda protegida, afectando el paisaje y quebrando esta unidad ambiental, pone de manifiesto la valoración social de estos espacios constitutivos de la identidad barrial.

Cristian Sirouyan, periodista conocedor y difusor de los sitios de interés particular que alberga nuestra ciudad, nos brinda en esta nota su mirada sobre este espacio de nuestra comuna.

El impactante paisaje natural del Parque Avellaneda, tiene continuidad -en entregas más acotadas aunque igualmente reparadoras para la mente y el cuerpo- del otro lado de Directorio.

El Barrio Obrero Marcelo T. de Alvear, desarrollado en tres etapas entre las trazas rectas de esa avenida, Lacarra, Juan Bautista Alberdi y Olivera, parece ofrecer una invitación permanente a los forasteros, pero especialmente dirigida a vecinos de otras zonas resignados a vivir desprovistos de bocanadas de aire puro y perfumes naturales.

Parte de los cimientos del barrio fueron asentados donde la familia Olivera estableció el palacio Villa Ambato en 1828, un punto luminoso en el descampado de la quinta Los Nogales. Mucho antes de que pusiera pie en la zona esa familia de la alta sociedad porteña e incluso de la llegada del conquistador Pedro de Mendoza a la orilla occidental del Río de la Plata, estas tierras bajas eran frecuentadas por los originarios pobladores querandíes.

Actualmente, ya definitivamente transformado ese paisaje inhóspito, para alcanzar los portales de entrada a los edificios es necesario recorrer un tramo de senderos, que despegan de cara al movimiento intenso de vehículos que se registra en los límites. De a poco, los caminos mutan en pasillos que se internan en anchas franjas de terrenos parquizados, bordean las simétricas parcelas de los jardines, farolas y bancos y se pierden entre la arboleda y compactos cercos de ligustrina.

Los habitantes van y vienen sin precipitarse, al ritmo sosegado que sugiere este pequeño oasis urbano, donde la vida familiar y social transcurre sin tensiones a los dos lados de los postigones abiertos y las ventanas decoradas con macetas desbordadas de flores.

Los orígenes y el desarrollo de este conjunto de 150 viviendas que forma parte de la Comuna 9 están directamente vinculados con la historia fuerte del tercer pulmón verde de la Ciudad, el extenso campo de tierras bajas donde las Hermanas de la Santa Caridad instalaron un asilo para niñas huérfanas en 1727 y, más cerca en el tiempo, la aristocrática familia Olivera administró un tambo -que proveía leche recién ordeñada a los chacareros del paraje San José de Flores-, que funcionaba cerca del casco de su estancia.

Sin necesidad de portar la mirada experta de un arquitecto o un urbanista, en el barrio Marcelo T. de Alvear es posible detectar a simple vista modalidades diferentes de casas construidas por el Estado para mejorar las condiciones habitacionales de la clase trabajadora.

Mientras en el sector I, inaugurado en 1927, la Comisión Nacional de Casas Baratas levantó chalés unifamiliares de estilo Tudor, refugios de las familias más acomodadas, con ladrillo a la vista y techos recubiertos de tejas rojas, Alvear II exhibe desde 1939 una serie de sólidos pabellones de hasta tres pisos.

Otra edificación responde a la tradicional concepción peronista de las viviendas populares, conformada por tres áreas de monobloques, que se levantan en medio de una serena atmósfera de espacios verdes y veredas interiores. La obra de Alvear III, habilitada en 1952, es uno de los frutos mejor conservados del Segundo Plan Quinquenal del entonces presidente Juan Perón, una ambiciosa iniciativa que ordenaba al Banco Hipotecario facilitar préstamos para la construcción en forma individual o a través de cooperativas.

A más de medio siglo de la época fundacional, todo aquí debe ser preservado según la concepción original, una disposición que abarca el color de las paredes exteriores. La posibilidad de que prospere cualquier intento de reforma está supeditada a un permiso especial que la habilite.

Para evitar malentendidos y picardías, los propios vecinos se mantienen alertas, con la idea de compartir el espacio público -donde algunos carteles advierten “Prohibido circular en motos y con animales sueltos”- sin tensiones con sus pares y sus huéspedes.

 

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