El Centro Cultural Macedonio Fernández, durante la cuarentena. Hablamos con su coordinador Enrique Papatino

El Programa Cultural en Barrios, nacido en 1984, con la democracia recuperada, es un hito de la descentralización cultural. Cuenta con 36 Centros Culturales que brindan actividades de formación, de experimentación y producción artística. Se ofrecen talleres de circo, coro y canto, danzas, letras, música, artes escénicas, tecnología, artes plásticas, folklore, tango, murga, carnaval y candombe, murales, entre otras.

En Mataderos funciona el Centro Cultural Macedonio Fernández en Martiniano Leguizamón 1470, en instalaciones de la Escuela 16 del Distrito 20. Pero la epidemia de coronavirus y las medidas preventivas de aislamiento social obligatorio, han postergado la realización de los talleres y actividades que implican encuentros presenciales.

Para saber cómo está funcionando entrevistamos a Enrique Papatino, actor, dramaturgo, escritor, que ha desarrollado una actividad artística muy destacada, ha recibido muchos premios, y que, también, realiza una tarea muy importante al frente del Macedonio Fernández.

¿Cuál es la situación del Centro Cultural en el marco de la epidemia de coronovirus y las medidas de prevención como el aislamiento social obligatorio? ¿Siguen realizando actividades? ¿Cuáles y cómo?

El Programa Cultural en Barrios, incluso con antelación a las medidas tomadas por el Gobierno de la Ciudad y por el Gobierno Nacional, ha optado por cumplir de manera estricta el aislamiento social. Por esto se ha determinado no comenzar las clases de momento, y rápidamente se ha comenzado a promover el trabajo en casa. Para ello se ha planteado a nuestros docentes la realización de talleres virtuales, en las modalidades de videos Youtube o clases en vivo por Instagram.

¿Cómo ha impactado en general en el trabajo de los artistas y la actividad cultural?

El inciso artístico dentro de la gran gama de actividades culturales depende por fuerza del encuentro. Por ello, a priori, el levantamiento de toda posibilidad de encuentro es para nosotros un serio inconveniente.

Aunque en casa tengamos la literatura, y por extensión la comunicación literaria, aunque tengamos la música que invade tiempos y distancias, aunque los medios en red nos propicien nuevas comunicaciones, aunque el cine hoy tiene en casa un vigor renovado gracias a la tecnología led, sabemos que en su gran mayoría, los actores culturales precisan del encuentro. Pensemos, por ejemplo, que el teatro en video es siempre un problema, no importa la calidad artística ni la profesionalidad de sus intérpretes.

¿Qué se podría hacer? (desde el estado y desde los propios actores culturales)

Por el momento la palabra mágica es internet. Siempre me llama la atención que, los que tenemos alguna edad y hemos visto como se imaginaban el futuro desde H.G. Wells hasta Zemekis (Volver al futuro), pasando por Verne, Bradbury, y los que nos vengan a la mente, todos imaginaron un siglo XXI de autos voladores, viajes en el tiempo, comunicaciones televirtuales, y hasta cohetes intergalácticos. Nadie, ninguno de ellos se vio venir algo tan sencillo como internet. Una red mundial de datos, comunicaciones y contenidos, cuyo ejercicio de lo instantáneo hasta ha dejado de provocarnos asombro.

Fuera de la pandemia, hoy parece imposible vivir sin internet. Esto a veces puede ser un problema, ya que hay una tendencia a perder el intercambio personal, la magia de la lectura en papel, el hechizo de una sala de cine con su pantalla ingente. Pero, como sucede en esta cuarentena, a veces la red puede salvarnos el pellejo. Gracias a la red, en medio del aislamiento podemos vivir una rara forma de contacto social, y continuar adelante con nuestra inquietud en el arte. Podemos leer, ver, escuchar, ser escuchados, enseñar, compartir, discutir, y sobre todo aprender.

Por eso tanto el estado como los actores culturales promovimos un trabajo a distancia que está derivando en talleres tradicionales o microclases con formato pregrabado o en vivo.

A partir del aislamiento ¿se plantean, o se refuerzan, otras formas de encuentro, de comunicación, no presenciales, con el uso de internet y las redes sociales?

La comunicación a través de internet y redes sociales tuvo para el Centro Cultural un importante uso previo a la pandemia. Ya nos servimos bastante de esos medios para promoción de eventos y cursos, inscripción a talleres, seminarios o clases especiales. También fueron útiles para suspender o diferir actividades y que nadie venga inútilmente.

Para el caso presente se ha potenciado el uso de esas herramientas. El resultado es atractivo, diverso, conmovedor. Puede verse en el apartado “Talleres en Red” en la plataforma de Youtube de la “Dirección General del Libro, Bibliotecas y Cultura”

La pandemia es un problema serio, sea porque el virus es efectivamente peligroso, o sea porque la comunicación de su presunto peligro ha sido efectiva. La cuarentena viene siendo el mejor modo de contener la frecuente omnipotencia del ciudadano medio, que a menudo tiende a no medir consecuencias. Esta, como muchas experiencias inesperadas, puede despertar zonas dormidas de nuestro instinto, de nuestra capacidad creadora, e incluso de nuestra voluntad de belleza.

Nuestra misión como comunicadores o administradores de la cultura puede parecer impotente o sombría en una época de aislamiento, sobre todo si perdemos de vista que el otro sigue estando allí, comunicado con nosotros, aguardando nuestras señales, y esperando que no sean de humo.

Por eso esto no termina con el futuro levantamiento de la cuarentena, y sus consecuencias favorables se verán luego, aunque por el momento sean difíciles de percibir. Es tan importante cuidarse ahora como propiciar luego el reencuentro. Pero durante el aislamiento tenemos muchos medios de no quedar aislados. Esa conducta puede replicarse virtuosamente en todo tipo de comunicación más allá de lo artístico. Después de todo, la cultura bien entendida puede entenderse desde ese formidable intercambio de experiencias y contenidos que existe entre personas afines a veces, y otras no.

Desde nuestro modesto lugar, creemos que sentirse solo es subestimar nuestra potencia como seres humanos. El otro está allí, y a diferencia de lo que postulan los maestros literarios del pasado, hoy podemos comunicarnos nuestra inquietud artística a pesar de quedarnos en casa.

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