Escribe Feliciano Eusebio Álvarez, en “Recuerdos de mi barrio”
En el mes de abril de 1912, llega de Italia con su familia Pascual Giannastasio, conocido por nosotros como “El Mudo”. Hacía gestos y ademanes, que algunas veces eran captados y otras no. Vivió muchos años en Cañada de Gómez casi esquina Manuel Artigas, y su padre revistaba como agente de policía, a los que en aquella época llamaban “vigilante”.
Comenzó desde muy joven la tarea de lustrar zapatos, y lo hacía en el Mercado de Hacienda, en el café de Carmelo, al lado del Cine Jorge Newbery, y, los domingos, en el bar de la curva, en la Avenida Provincias Unidas, hoy Juan Bautista Alberdi y Murguiondo.
Desde muchacho hizo alarde de tener buen físico, y no estaba equivocado. No sé si por no ser comprendido o por su juventud, le gustaba jugar de manos. En el verano usaba musculosas y en sus brazos se advertían tatuajes al estilo de los marineros extranjeros.
En cierta ocasión, un vecino de nombre Juan De Biasi, iba caminando frente al Circo Campos con un poncho sobre sus espaldas, y el mudo desde atrás se lo quitó y lo arrojó al suelo. Juan enseguida lo levantó y se trenzó a golpes con Pascual, pero no podía con él, el mudo era más atlético y fuerte. Entonces Juan se limitó a ponerse a distancia y tomando el poncho de una punta se lo tiraba a la cara de su contrincante y luego lo recogía. El Mudo se enloquecía porque no podía calzarlo con los puños, u así estuvieron algunos minutos hasta que llegó el agente Chocolo de la 42ª que estaba de parada en la puerta del Hospital Salaberry, y preguntó cómo fue el asunto de la pelea, y entre el Mudo que no “chamuyaba” y Juan, fatigado y sin aliento, el “merengue” quedó hasta hoy sin aclararse.
Luego quiso ser boxeador y le pidió a Ferrero que tenía un Boxing Club en Juan Bautista Alberdi entre Cañada de Gómez y Cosquín, que le concertara una pelea que nunca llegó, pues Ferrero lo convenció con ademanes de que hiciera gimnasia, y así fue que todas las noches concurría a las sesiones del mismo.
A pesar de la desgracia que le deparó el destino, de no poder oír y hablar, supo llevar con dignidad, honradez y trabajo la vida, ya que fue un hombre de bien.