Nuestros barrios en el recuerdo, el último farol

Escribe Liliana Elguezabal

El 19 de marzo de 1931, con la presencia del Intendente municipal José Guerrico, se apagó el “último farol” en la Ciudad de Buenos Aires. Estaba en Avenida Eva Perón (en ese entonces Avenida del Trabajo) y Escalada, en el límite entre los barrios de Mataderos, Villa Lugano y Parque Avellaneda. Un hermoso tango con música de Aníbal Troilo y letra de Cátulo Castillo, refiere, en la imagen del farol que se apaga, el cambio de vida que impone una ciudad que crece.

Félix Luna, cuenta en “Luces Argentinas: una historia de la electricidad en nuestro país”, que el primer documento que menciona el alumbrado público en buenos aires es un bando dado por el gobernador Domingo Ortiz de Rozas, en 1744 que ordenaba que tiendas y pulperías colocaran en sus frentes faroles (de vela de sebo). En 1777, siendo Juan José de Vértiz y Salcedo virrey estableció en forma definitiva el alumbrado público y otorgó a Juan Antonio Ferrer, la primera concesión para el cobro del servicio de luz.

Llegaron a funcionar en la ciudad varios sistemas distintos de iluminación en forma simultánea: farol a vela hasta 1853, con aceite (sustituido luego por kerosene) de 1840 y hasta 1869 y desde 1856, el alumbrado a gas. El alumbrado a kerosene, se implantó en 1869, como una inversión privada y se municipalizó en 1891. El sistema de iluminación de alcohol carburado, se implantó en 1905, se suspendió durante la Primera Guerra Mundial y se reinició en 1920.

En 1917, se decidió la sustitución del alumbrado a gas, alcohol y kerosene por el eléctrico. Todos quedaron eliminados cuando el intendente José Guerrico apagó el último farol, situado en la esquina de Avenida del Trabajo y Escalada, el 19 de marzo de 1931.

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A Mataderos, el alumbrado eléctrico llegó antes que a muchos otros barrios. En 1903 los Nuevos Mataderos contaban con su propia usina, que proporcionaba servicio a las manzanas próximas, ya que la Municipalidad empleaba energía eléctrica para sus propias construcciones. Además, los tranvías, que comenzaron a circular en los primeros años del siglo XX, llevaban el tendido eléctrico por donde pasaban.

Por fuera de estos sectores, el alumbrado a kerosene, fue el primero en el barrio, y durante muchos años continuaron los usos de carbón, gas y kerosene, no sólo para iluminar sino también para cocinar y calefaccionar las viviendas.

Una figura especial aparece ligada a la existencia de estos sistemas: el farolero. Era la persona encargada de encenderlos y apagarlos, para lo cual se servía, a veces, de una especie de vara con la que llegaba al enchufe. Cada uno de estos empleados públicos tenía un número determinado de faroles a su cargo.

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Feliciano Eusebio Álvarez, en Recuerdos de mi barrio, cuenta que “Dichos faroles eran sostenidos por un poste de madera de una altura aproximada de 2,40 metros. Se encendían al caer la tarde y los encargados de esa tarea eran unos obreros de la Municipalidad. Venían con una escalera simple de mediana altura que les servía para alcanzar el artefacto. Luego, por la mañana lo apagaban”.

La luz que daban era muy leve. A la distancia se notaba una pequeña lucecita que servía de guía a los vecinos”… “En Cada cuadra se instalaban tres faroles, uno en cada esquina y otro en mitad de cuadra. Recuerdo el nombre de algunos de los encargados de encender faroles: don Mateo Méndez, Serafín Fernández, Nicolás Solimo, y otro señor que durante las tardes repartía leche

Con menos poesía que Cátulo Castillo, pero con mucho sentimiento, Álvarez también hace referencia a los cambios en las formas de vida barrial: “También lo extrañamos nosotros, los muchachos, que bajo su luz jugábamos al trompo, al balero, al hoyo pelota o a los cabezazos con la pelota de goma que valía “20 guitas”. No se imaginan cómo las barras de cada esquina defendían a los faroles de su cuadra. Se armaba cada trenzada cuando venían de otro barrio a romper los vidrios. Yo al farolito lo quise mucho y no podré olvidar las noches de verano que pasé bajo el mismo. Sí, ese que estaba en la esquina, frente a la casa de mis viejos

El último farol – Música: Aníbal Troilo -Letra: Cátulo Castillo

Lo vi lucero… y lo pensé crecido…

Fue la llama feliz que nos llamaba.

Se dio en la calle un paredón de olvido

se dio en la noche un corazón de ochava

Soñaba, ayer, la espera del silbido,

y ayer, no más, pintaba de arrebol,

con el grito total del alarido

la soledad del último farol.

¡Farol!…

Dolió tu llama fraternal

igual

a la tristeza del alcohol…

Señal

en la querella de la esquina

y en la pena que adoquina

tu dolor sin dejar huella…

Tan alta la ciudad

que nos dejó sin sol,

que nos tapó la estrella

del último farol.

Dobló la esquina del amor dolido

tras el salto mortal de la billarda.

Yo esperé tanto la verdad que tarda

ni me di cuenta que ya estaba herido.

Me dijo: Adiós… adiós… ya sin sonido,

su corazón de luna y caracol…

Por la calle sin fin que va al olvido

se fue llorando el último farol…

Un comentario Agregar el tuyo
  1. Hola. Estoy haciendo un trabajo sobre los faroles y su historia tanguera. Me resultó útiil su artículo sobre los mismos. Alguien me podría ayudar con algún farol con fama musical y/o destaacablle queexista/ en CABA. Agradecido. Abrazo

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