Escribe Profesor Orlando W. Falco (*)
Teniendo presente el ayer, transcurriendo el hoy y pensando en el porvenir
El barrio de Mataderos, como todos los demás que conforman la ciudad de Buenos Aires tiene una historia que lo identifica, explica y define y un nombre que, soslayando su denominación inicial acabó por hacer prevalecer el que le impuso el bautismo popular.
Si bien su origen oficial se remonta al 14 de abril de 1889, fecha en la que debió colocarse la piedra fundamental de la construcción del entonces denominado “Nuevo Matadero Público” y la que se estableció como la del origen barrial. Debe tenerse presente que ese día, la lluvia, un fenómeno muy relacionado con la historia del barrio, impidió hacerlo y el acto tuvo lugar el domingo siguiente, día 21, en el que fue soterrada en el sitio donde hoy se halla el monumento “El Resero”; allí permanece.
La decisión de emplazar el macelo en un área alejada de las zonas pobladas de la ciudad, hasta dos años antes perteneciente a la provincia de Buenos Aires, no se concretó de inmediato. Tampoco se podía hablar por entonces de un “Mercado de Hacienda”, pues no era más que una idea pergeñada por no más de tres o cuatro consignatarios a la que le faltaban más de dos décadas para madurar. La crisis económica de 1890 y los zamarreos políticos que le siguieron postergaron la inauguración del establecimiento cuya construcción y posterior explotación, le había sido concedida a una empresa privada.
Las obras para erigir el establecimiento permanecieron paralizadas durante varios años y una vez resueltos los inevitables pleitos con el concesionario, la construcción se reanudó en 1897 con dirección y operarios de la Intendencia Municipal manteniéndose en general la planificación primitiva del ingeniero José M. Burgos
Valiéndose de un viaje que el distinguido médico, Dr. Carlos Malbrán, tenía programado realizar a los Estados Unidos de Norteamérica, el municipio le encargó visitar, con ánimo de emulación, los modernos y funcionales mataderos de la ciudad de Chicago. El informe fue tan entusiasta que inspiró a las autoridades para imponerle al enclave poblacional por nacer el topónimo de “Nuevo Chicago”. El tiempo se encargaría de masculinizarlo y de asignárselo a casi todo lo que pudiera llevar un nombre. La avenida principal fue llamada Chicago (de los Corrales desde 1949) el primer club social también; igualmente el deportivo a la par que la oficina postal, la central telefónica, el cuartel de bomberos y hasta el más insignificante de los emprendimientos comerciales minoristas. No obstante, lo popular prevaleció y fueron sus habitantes, que siempre denominaron a su barrio “Mataderos”, los que sin proponérselo lo bautizaron de nuevo. El cambio de la nomenclatura oficial, no siempre ágil, demoró casi ochenta años en oficializar el nombre que le impusiera la gente.
Lo cierto es que Mataderos es por su historia, por la actividad del desaparecido faenador oficial de reses para consumo y hasta hoy por la del Mercado de Hacienda, un enclave del campo en la ciudad, una tranquera siempre abierta entre lo urbano y lo rural ciertamente orgulloso de serlo.
El futuro traslado del Mercado de Liniers, así llamado porque ese aun supérstite ámbito de compra y venta de ganado en pie, asociado inicialmente al desparecido macelo, debió de recibir un nombre antes de que el barrio lo tuviera, podría hacer que su orgullosa condición de barrio criollo se perdiera. No obstante, la planificación oficial del Gobierno de la Ciudad de lo que en el futuro cercano se construirá en el emblemático predio, una vez que cesen las transacciones pecuarias y se domine la pandemia que tiene en vilo al mundo, tiende a fortalecer los lazos barriales con la tradición, al mismo tiempo que apuesta a su revalorización, a la revitalización de su vinculación a la cambiante dinámica urbana y a la apertura turística que le darán al barrio, seguramente, un porvenir de ventajoso crecimiento.
(*) El Profesor Orlando Falco es el Director del Museo Criollo y presidente de la Junta de Estudios Históricos de Mataderos
Fotografía : María Luisa Palomo, fotógrafa y artista plástica de Mataderos