por Efraín VIOLA1
A Mi Madre, por su ejemplo inagotable de lucha ante la adversidad.
A Mi Padre, quien con sus noventa y dos jóvenes años dio el puntapié inicial para que pudiera escribir estas líneas.
Preliminar
Antes de dar inicio a esta reseña, debo decir que me comprenden las generales de la ley, por haberme criado y vivido en el barrio hasta hace apenas un puñado de años, ser nieto de un trabajador del frigorífico e hijo de quien tuviera por oficio la afilación de sierras2, y que como la mayoría de las familias originarias de Mataderos, la mía también tuvo íntima relación con el corazón y motor del barrio: el Mercado Nacional de Hacienda y Frigorífico Nacional.
Sobre esas bases estribo estas líneas, en un intento de desempolvar aquellos relatos de lucha obrera que han transitado el aire del barrio, reflotando el heroísmo popular de aquellas tórridas jornadas en Mataderos, que lejos de ser folklore urbano, forma parte de uno más de los episodios conminados a permanecer en las sombras de nuestra más reciente historia. A torcer este último e injusto destino van dirigidos mis esfuerzos.
El Frigorífico Nacional: nacimiento, apogeo y ocaso de un emblema
Emplazado el barrio, operando los corrales y matadero, hacia 1923 se decide crear el Frigorífico Nacional para abastecer de carne a la creciente ciudad de Buenos Aires, garantizando condiciones de higiene en el faenado y la formación de precios.
Puesto en funcionamiento como Matadero y Frigorífico Municipal en agosto de 1929, se vuelve centro neurálgico de lucha obrera, resultando ser el lugar de formación por antonomasia para la organización de los movimientos obreros, producto de la integración entre sus trabajadores: criollos especialistas en temas de campo e inmigrantes europeos con ideas socialistas traídas de ultramar, exquisita combinación que yace latente en el seno de los amplios establecimientos y sus prolongadas jornadas.
Idas y venidas tiñeron su nacionalización, hasta que en 1950 el gobierno de Perón realiza el traspaso del Mercado de Hacienda del Matadero y Frigorífico de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires a la Nación. Luego del golpe del ´55, el frigorífico vuelve a depender de la Municipalidad. Dos años después, el 11
de septiembre de 1957 es el intendente Bergalli quien lo rebautiza “Lisandro de la Torre”, en honor al senador santafesino que defendió los intereses nacionales contra el pacto Roca-Runciman.
Restablecido el régimen constitucional luego de los bombardeos a Plaza de Mayo, fruto de la alianza entre Perón y el flamante presidente electo Arturo Frondizi, hacia 1958 el Frigorífico Lisandro de la Torre, se prepara para transitar el principio del ocaso e inexorable final. Aquel gigante de cuatro pisos construido en cemento y destinado a la faena de ganado bovino, ovino y porcino, luce estático con sus rampas de acceso a las distintas plantas, sin imaginar que sería sede de jornadas de lucha obrera capaces de hacerlo vibrar por la estampida de tanques contra sus portones, pero más sentirlo latir por el fervor del pueblo trabajador clamando por la preservación del patrimonio nacional.
Frigorífico ocupado por sus trabajadores: el germen de la toma
La alianza que llevó a Frondizi al sillón de Rivadavia se pulveriza con el cambio de rumbo dado por su gobierno, y ante la amenaza de la pérdida de la fuente de trabajo, la masa obrera reacciona. No solo dirigen sus acciones a alzar la voz por propios intereses ante la inminente pérdida de sus puestos, sino por entender que el paso del establecimiento a manos privadas de la CAP3, era atentar contra el pueblo argentino todo.
Así fue que los trabajadores organizados en la Asociación Gremial del Personal del Frigorífico Nacional, bajo la conducción de su delegado Sebastián Borro comenzaron su lucha a la par que el Jefe de Estado enviaba el anteproyecto de la nueva ley de carnes al Congreso con las condiciones propiciadas por el FMI4. Mientras los ánimos se endurecían, el calor de enero recrudecía sin que ello fuese una barrera para que los obreros siguieran su marcha y, en sintonía con la ironía picaresca de la época, pasearan por las escalinatas del Congreso un ternero pintado con una inscripción que decía “Quiero ser nacional”. Así la causa de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre de Mataderos, se mostró al pueblo y ésta se proyectó con carácter nacional, al tener un componente patriótico manifiesto, máxime que fue en las pancartas que enarbolaban los obreros donde se acuñó la consigna “¡Patria sí, colonia no!”. La adhesión al clamor de los trabajadores fue espontánea, la población comenzaba a hacerse eco del reclamo por los medios de comunicación, no obstante la afinidad de éstos con el poder en turno propiciaran que la noticia se recepte con matices desestabilizadores al estado de derecho y vuelquen a la opinión pública hacia una lectura negativa de los episodios.
Más allá de los intentos obreros por disuadir a los legisladores y cambiar el rumbo de la historia, en la madrugada del 14 de enero de 1959 la ley de carnes era un hecho. Como contrapartida obrera, se resuelve en asamblea la ocupación del Frigorífico Nacional.
Así las cosas, la entrevista Frondizi-Borro se precipitó y todas versiones sobre lo acontecido puertas adentro de la reunión afirman que Borro –con la claridad y simpleza que tienen las justas causas- expresó la posición no solo de sus compañeros obreros del frigorífico por él representados, sino también la de todo un pueblo que al
unísono reclamaba no desentenderse de las riquezas nacionales. Al igual que lo había hecho años atrás don Lisandro de la Torre, quizá con otra dialéctica pero con el mismo sentir patriótico, el rol protagónico ahora lo desplegaba un movimiento obrero organizado enfrentándose a intereses de grupos de poder autóctonos y trasnacionales, que propiciaban el vaciamiento de las riquezas de la República Argentina.
Las cartas estaban echadas y una nueva asamblea multitudinaria rayana a los 9.000 trabajadores que nucleaba el establecimiento, decide además de la ocupación del frigorífico, un paro general por tiempo indeterminado. El reloj indicaba los inicios del viernes 16 de enero y la medida de fuerza llegaba a su punto máximo, la toma se ponía en marcha en todo su esplendor. Obreros y vecinos iban a la lucha.
La lucha se traslada a las calles: solidaridad e identidad de clase
Toca el tiempo de erigir la primera gran epopeya del pueblo trabajador amalgamado a la solidaridad de un barrio en un todo indisoluble, dando lugar al bautismo de fuego como identidad de clase y piedra fundacional de la resistencia, gen de lucha para las generaciones venideras. Los días previos a la ocupación del frigorífico por los trabajadores, los alrededores se tiñeron de solidaridad barrial, poniéndose en alerta ante la inminente represión del aparato estatal. Las barricadas formaban parte de la geografía transformada del vecindario, los adoquines eran levantados por las manos de jóvenes y obreros dejando zanjas que impedían el paso de carros de asalto, las pintadas a los ómnibus y tranvías servían de pronta propaganda a los barrios que integraban el recorrido del transporte público, incluido el centro porteño. Los comercios cerraron sus puertas y se alistaron en la pugna por evitar la pérdida del patrimonio nacional. Las terrazas fueron verdaderos apostaderos de expertos en hondas que lanzaban bulones proveídos por los talleres de la zona contra el patrullaje policial nocturno, resaltando el efecto sorpresa producto de la oscuridad extrema forzada por los apagones que los mismos vecinos y comerciantes propiciaban. Los testimonios ponen de manifiesto este rasgo tipificante del Mataderos obrero y luchador, donde todos participaron cual mecanismo de relojería puesto al servicio del barrio, de sus vecinos, de sus trabajadores, de su frigorífico. Tanto como decir que el cura párroco Reboredo se sumo a la resistencia como activo partícipe de la revuelta alojando en la parroquia San Vicente de Paul niños de familias trabajadoras desarticuladas por la desidia de un Estado cautivo de los intereses extranjeros.
El monopolio de la fuerza estatal contra el pueblo: represión y defensa
Frondizi designa al Jefe de la Policía Federal para que desarticule la huelga amenazando con echar mano al Plan Conintes5. Mientras tanto, el Ministerio de Trabajo alineado al gobierno decreta ilegal a la huelga e intima a su inmediato desalojo. El clima de desborde era manifiesto, cualquier gota rebalsaría el vaso y desataría la batalla, pero esta vez traspasarían el campo de las ideas.
Y así fue, los tanques arremetieron contra el portón principal de la calle José E. Rodó y más allá del simbolismo del himno entonado por los trabajadores al pie del mástil del playón principal que enarbolaba nuestra bandera nacional y congeló la acción por minutos, la barbarie triunfó desalojando la toma obrera. El resultado: 95 detenidos y varios heridos
Si bien es cierto que, escasos fueron los recursos en el plano táctico con los que contaba la resistencia trabajadora a la luz del despliegue hecho por el gobierno, poniendo a disposición cuerpos de policía, gendarmería y ejército, incluso con tanques Sherman; no es menos cierto que la gran valentía, compañerismo y compromiso mostrado por el colectivo obrero fue de un heroísmo pleno al extremo del romanticismo, enfrentando al aparato gubernamental con apenas chorros de agua hirviendo, bretes de vacunos para embestida, norias, roldanas y bateas con menudencias precipitadas desde los pisos superiores como base del armamento para la defensa de la justa causa. En las primeras horas de la madrugada del 17 de enero, la ocupación obrera se había desalojado y, una nueva batalla se libraría: la resistencia desplegada por el barrio y sus vecinos solidarizados con los trabajadores.
Si hay algo que merece ser resaltado es que la asamblea de trabajadores que resolvió la huelga del Frigorífico Nacional jamás levantó la medida votada.
Por cierto, la pureza de la democracia sindical desplegada por el gremio liderado por Sebastián Borro siempre ha puesto de manifiesto esta romántica, pero no menos firme decisión que aún sigue siendo motivo de orgullo para sus protagonistas. Hoy, luego de 62 años, la huelga continúa.
A modo de homenaje
Las épicas jornadas del tórrido enero de 1959 en Mataderos no solo piden, sino que merecen, pero más deben, tener un lugar en la historia del movimiento obrero argentino. No es capricho de esta pluma, sino la hazaña misma de un pueblo oprimido que gestó una resistencia popular nacida en las instalaciones del Frigorífico Lisandro de la Torre y catapultada a la sociedad toda, producto del hondo sentir nacional puesto juego.
Lo hasta aquí reseñado, fruto del conglobamiento de noticias de la época, reportajes y testimonios que en primera persona he obtenido, dan acabadas cuentas y terminan por demostrar que, si bien yace oculta como página de gloria obrera, está presente en el fuero más interno del barrio y en distintas manifestaciones de la cultura popular, ya sea música, cine, teatro o literatura que sin duda merece capítulo aparte y escapa al presente6.
Digo esto y lo resalto, pues la epopeya del pueblo trabajador no aflora a simple vista ni mucho menos luce honrada en la solapa del barrio para todo aquel que lo visite. Demasiado se ha hecho en estas seis décadas para mantenerlo bajo la alfombra del olvido institucional, secuelas que aún en nuestros días pueden dar lugar a una doble foliatura para un único asiento histórico del que Mataderos no es la excepción.
Una verdadera cadena colaborativa, teniendo por eslabones a personas que tras su testimonio consolidaban uno a uno los hechos de aquella crónica barrial que cuando pibe atesoré en el relato de mis mayores mientras
aprendía el oficio de mi padre en el taller familiar, y que a su paso me confirmaban la epopeya devenida en realidad de aquellos días. En el camino, tuve el honor de entrevistar a varias personas, o mejor dicho nutrirme de sus relatos, sin los cuales estas líneas no habrían visto la luz. Crónicas vivas de ex trabajadores del frigorífico detenidos en la toma, como así también lo vivenciado por el hijo mayor de Sebastián Borro –líder de la gesta obrera-, concluyendo en el activo trabajo de quienes por encima de todo aman el barrio y trabajan para mantener viva su memoria.
Quizá por sus distintos enfoques, realidades y sentires, me han hecho posible sortear la tranquera que me separaba del corral en el que yace la realidad de los hechos acontecidos en este porteño barrio con aires y costumbres de campo, permitiéndome apreciar el resurgir –cual ave fénix- de la solidaridad de vecinos amalgamados al colectivo trabajador del establecimiento fundacional del vecindario, teniendo por resultado la maquinaria organizada de las masas en su dinámico esplendor y como tal, consciencia de clase en su máxima pureza. El rasgo característico de la gesta se acuñó en la unidad alcanzada entre pares sociales producto del sentimiento de pertenencia e identidad clasista desplegada, enfrentando la adversidad de los sucesos de manera voluntaria y espontánea, estribados en un deseo común de Justicia Social.
Corresponde entonces concluir en que la hidalguía popular desplegada en Mataderos ha sido el antecedente y piedra fundacional para futuros alzamientos populares como “El Cordobazo”, pero sobre todo se ha constituido como ejemplo, forjando en el seno de la sociedad argentina el gen de lucha, que cumpliendo hoy el 62° aniversario de aquella epopeya se mantiene incólume en la consigna que sobre el lienzo aún abraza una tacuara al grito de “¡Patria sí, colonia no!”
Cierro, en tono de murga con un fragmento de los versos del letrista Guigue Mancini, a modo de homenaje para aquellos obreros y vecinos que nos precedieron y dejaron un legado de identidad que vivirá por siempre en la página heroica de nuestro querido barrio:
“Y ahora para terminar…
con estos versos sinceros,
PIDO PARA MATADEROS,
APLAUSOS EN GENERAL”7
Notas y referencias
- Abogado (UBA) en ejercicio de la profesión liberal. Docente Universitario. Miembro de la Sociedad Argentina de Derecho Laboral. Autor de publicaciones en revistas jurídicas sobre Derecho del Trabajo. Disertante y ponente en Congresos. efrainviola@yahoo.com.ar
- Se conoce por afilación de sierras al oficio desarrollado de manera artesanal o la actividad de la rama metalúrgica que se encarga de dar filo a todo elemento cortante utilizado en la industria de la carne, ya sea cuchillos, sierras sin fin del tipo carniceras o circulares, serruchos de mano, juego de disco y cuchilla picadora, como así también la provisión de repuestos y afines. Nace como una actividad derivada o afín a la industria cárnica y producto de la demanda que ésta misma impulsa, siendo de vital importancia para el obrero mantener con filo sus herramientas de corte utilizadas en las distintas etapas de la faena.
- Corporación Argentina de Productores de Carnes.
- Fondo Monetario Internacional
- Conmoción Interna del Estado
- El film “Sur” (1988) del recientemente desaparecido Pino Solanas y su “Milonga del tartamudo” interpretado por Zitarrosa; como el libro “La resistencia peronista: la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre” (1990) de Ernesto Salas; pasando por la exquisita obra “Fuente vacuna” (2006) del grupo de teatro comunitario del barrio de Mataderos “Reo o no Res”; para finalmente coronar con el más reciente antecedente que refleja la gesta obrera en los 60 minutos del cortometraje “Carne viva” (2007) de Marcelo Goyeneche. Todos los anteriores, retoños de la heroica toma del Frigorífico Nacional Lisandro de la Torre
- Fragmento de “Canción homenaje al Frigorífico Lisandro de la Torre” (1959): Quizá sea la primer manifestación hecha en el ámbito de la cultura en apoyo a la gesta obrera, ya que el antecedente de la letra se remonta a febrero del ´59 (a menos de un mes de la toma y represión), cuando el murguista Guigue Mancini compuso e interpretó en los carnavales porteños de ese mismo año una sátira poética que refleja de forma magistral los sucesos épicos acontecidos en el Frigorífico Nacional